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Escritores Argentinos

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Reglamento del blog

Este blog es un espacio cultural para compartir entre los estudiantes de Letras: fotos, videos, biografías, noticias, enlaces a páginas, poemas, cuentos, fragmentos de novelas, publicaciones de los propios estudiantes, comentarios, debates, encuestas y todo aquello que esté relacionado a la literatura argentina.
No es un espacio para difundir monografías y/ o trabajos de la facultad. Tampoco para difundir respuestas a consignas de trabajos prácticos y/o parciales.
Por último, no es un lugar donde se puedan resolver dudas concernientes a la elaboración de trabajos prácticos, monografías y/ o parciales. Para ello, pueden acudir a los horarios de consulta de la Cátedra.
Sí, publicaremos información sobre fechas de parciales y de trabajos prácticos en la medida que los tengamos.
Sí pretendemos, y les pedimos, que se expresen con total libertad (aunque en el marco del respeto) sobre los temas que les sugerimos y que propongan otros nuevos, que usen este espacio para difundir sus publicaciones (revistas, cuentos, novelas, organizaciones sociales a las que pertenezcan, etc).
Que sea un instrumento para revalorizar nuestra Escuela de Letras, la que construimos entre todos: profes, alumnos y egresados. Para oir nuestras propias voces (las que a veces quedan soterradas por el marco de la escasez del tiempo), para conocer nuestras ideologías (y si eso da lugar a la discusión, en hora buena), para acceder a la literatura desde "otros ángulos", fuera del espacio académico "evaluable", pero haciendo uso de todas las herramientas que ese espacio académico nos ofrece.
Esperamos que lo disfruten y lo consideren "su espacio".

Atte.

Ayudantes alumnos de la Cátedra Literatura Argentina II.

Literatura Argentina 2

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martes, 30 de marzo de 2010

La invención de Bioy: Lost disparó las ventas de Bioy Casares




La semana pasada se emitió en EE.UU. el cuarto capítulo de la cuarta temporada Lost, serie que desvela a millones de personas en todo el mundo. En una escena uno de los personajes aparece leyendo un libro: "La invención de Morel", de Adolfo Bioy Casares. La editorial que tiene los derechos de la novela en EE.UU. se vio venir el fenómeno y la reeditó. Hoy ya figura entre los cien libros más vendidos de suspenso en Amazon.com.

Los creadores de la serie reconocieron que, entre otros textos, se inspiraron en La invención de Morel: ¿Cuánto hay de La Invención en Lost?

domingo, 28 de marzo de 2010

Diario de la Guerra del Cerdo: Hoy




Adolfo Bioy Casares, escritor argentino que lamentablemente se perdió en el imaginario hasta llegar a ser casi parte del mítico Borges, escribió hace varios años un libro que se llamaba Diario de la guerra del Cerdo. En él pintaba una sociedad de jóvenes que, acuciados por la desesperanza, la injusticia y los males sociales, se dedicaba a cazar ancianos a quienes consideraban en cierta medida responsables de seguir ocupando un espacio y de haber hecho posible la desesperanza reinante. Cruel e inhumano como parece el tema, tal vez podría servir para una reflexión más profunda. El mundo en que viven hoy gran parte de los jóvenes es también fruto de las actitudes individuales de los que pasamos por la vida sin querer hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos. La historia del mundo en el último siglo nos está enrostrando nuestra falta de compromiso y, sobre todo, nuestra falta de reflexión al momento de actuar.
Búsqueda individual de riqueza y acumulación de bienes innecesarios, proliferación de armamentos, sucesivas guerras inexplicables, contaminación de la atmósfera y las aguas, extinción de miles de especies animales y vegetales, contenidos educativos hipócritas porque no educan en lo más importante, que es el aprender a pensar, reemplazo de los principios hipocráticos de la medicina por ganancias sin límite para los laboratorios que son los amos y producen sustancias que sólo mucho tiempo después se descubre fueron criminalmente responsables de efectos nocivos para la salud, ante un silencio cómplice de los médicos, pérdida del sentido de la justicia a favor de astucia de abogados, con abundantes arreglos extrajudiciales que no dejan sentada jurisprudencia y permiten que criminales de guante blanco sigan causando daño, creación de costosos foros internacionales que no cumplen su rol y bajan la cabeza ante el más poderoso, actividades políticas espurias y a sabiendas mentirosas, instituciones vergonzosas donde se tejen complicidades y negocios, aniquilación de cualquier grupo humano que haya osado tratar de cambiar el “sistema” (nombre con que se conoce a la inmunda relación de poderes reinante), religiones preocupadísimas en acumular bienes materiales y con enfoque principal en la actividad sexual de sus adeptos, pero no con el comportamiento humanista.
Por María Luisa Etchart. 
http://boletinargentino.blogspot.com/2009/10/argentina-diario-de-la-guerra-del-cerdo

Los Hombres Mediocres de José Ingenieros: algunos conceptos

  • Sobre la psicología de la  vejez:  La sensibilidad se atenúa en los viejos y se embotan sus vías de comunicación con el mundo que les rodea; los tejidos se endurecen y tornansé menos sensibles al dolor físico. El viejo tiende a la inercia, busca el menor esfuerzo (...) A medida que se envejece tornase el hombre infantil, tanto por su ineptitud creadora como por su achicamiento moral (Ingenieros, 2007: 134-135).
  • Sobre la democracia: Hasta ahora no ha existido una democracia efectiva . Los regimenes que adoptaron tal nombre fueron ficciones. Las pretendidas democracias de todos los tiempos han sido confabulaciones de profesionales para aprovecharse  de las masas y excluir a los hombres eminentes.  Han sido siempre mediocracias. La premisa de su mentira fue la existencia de un pueblo capaz de asumir la soberanía del Estado. No hay tal: las masas de pobres e ignorantesno han tenido, hasta hoy, aptitud para gobernarse: cambiaron de pastores (Ingenieros, 2007: 165).
       Ingenieros, José (2007). El hombre Mediocre. Editorial Gradifco. Bs. As.

Sentires


Pasaste de nuevo frente a mí. No sé si registraste mi presencia allí como tantas tardes en que sé, te diriges a la Facultad de Artes. Yo estaba como siempre, a la entrada de la céntrica galería. Esa por la que pasas tantas veces.
Te conozco sobradamente aún cuando quizás no lo creas posible. Es más, el rumor de tus pasos, aproximándose, largos, seguros, lo percibo y distingo de otros de inmediato. Entonces espero. Hago una pausa en la canción que intento ejecutar en la vieja armónica y te espero. Sé que sólo un instante nos separa del encuentro que imagino próximo y a la vez tan distante. Es que el mismo durará lo que permita tu prisa del día.
Una nota más quiero extraer de la armónica. Así, segura y armónica, en cada paso que das te aproximas y es quizás con algo de ironía, que quiero acompasar mi canción al ritmo de tu caminar.
Enseguida, el signo que distingue tu presencia se hace patente en mí. Es una percepción profunda, sutil, que todo lo inunda y persiste, como una esencia que, al menos por un momento más, prolonga tu cercanía.
Es éste un perfume de las más exquisitas fragancias. Aroma que te delata y muestra única, separada, como elegida e inigualable a nada conocido.
En el movimiento del aire que desplazas al caminar y que percibo como suave brisa o caricia de niña enamorada, adivino la esbeltez de tu figura.
Pasas a mi lado y aunque no lo creas, siento en mi rostro, la sombra de tus cabellos, movidos por suave brisa de otoño.
Otras veces te siento acompañada y adivino una compañera o quizás, una amiga que va contigo. Es allí cuando registré, más de una vez, tu cantarina voz, tu risa sonora…
Te siento de mil formas distintas. Adivino a lo lejos y compruebo cuando pasas frente a mí, hasta como estás vestida ese día. Como hoy, cuando con botas de fino cuero, pantalones, una blusa y una campera tejida, echada sobre los hombros, pasaste como paseando.
Te conozco y a la vez te imagino de mil formas diferentes. Es que aún cuando te sentí tan cerca tantas veces, hay detalles en ti que no puedo o no encuentro palabras, entre las que conozco y comprendo, también por mi experiencia, para explicar cabalmente mi percepción. Entre ellas, el indescriptible, al menos para mí, color de tus ojos o el brillo de tu cabello, que siento el más bello, quizás semejante a las alas del mirlo, cuyo canto alegra mis horas.
Cómo y con qué comparar el color de tus labios o del brillo con que adornas las uñas de tus manos. Esas que mueves como alas de mariposas en vuelo, cuando pasas conversando animadamente a mi lado.
Te preguntarás en donde reside mi dificultad para delinear, con mayor detalle, esta particular percepción de tus colores, aún cuando los intuyo como ricamente armoniosos.
Es que no sé si coincidiríamos en nuestro modo de describirlos, ya sea por tu sensibilidad a sus múltiples modos de expresión o sus variados tonos, que presiento, combinas hábilmente en tus creaciones visuales o quizás simplemente sea que desde siempre, me conocen aquí como “El Ciego”.
 Alfredo Mors.
Cuento seleccionado en el Certámen de Relatos "BREVISIMO".
 

viernes, 26 de marzo de 2010

Postales de Buenos Aires

 

 

Mi Buenos Aires Querido


Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.
Juan Gelman

Foto: Pintura de Alfredo Mors

Socialismo según Yupanqui

“El trabajo es cosa buena, es lo mejor de la vida;
pero la vida es perdida trabajando en campo ajeno.
Unos cinchan como trueno y es de otros la llovida” .


Atahualpa Yupanqui.

Concurso Literario: Entre Borges y Arlt

 

Propuesta:
La consigna es escribir un "encuentro imaginario" entre Jorge Luis Borges y Roberto Arlt.Vale: cuento, poema, ensayo, sainete, oda, etc...
Jurado: De primera categoría. 
Premio: Publicación (en su momento se dirá el sitio) y un libro de Borges o Arlt (a elección).
Reglas: que no tenga más de 10 páginas (sujeto a reducciones para su publicación) en letra times new roman 12, interlineado 1,5.
Plazo: 27 de  septiembre de 2010.
Enviar a: mariana_valle17@hotmail.com. Con: nombre y apellido, seudónimo (optativo) y dni.
 

1. Borges y Arlt: vidas paralelas
Con harta frecuencia se han trazado paralelismos y efectuado comparaciones entre los denominados grupos de Florida y de Boedo, que surgieron en Buenos Aires allá por la década de 1920: inclinado, según dicen los que saben, a lo "estetizante" el primero; a lo "social", el segundo. (A mí me cuesta aceptar la incompatibilidad de las categorías —si fueran tal cosa— de "estetizante" y "social": creo que nadie puede ser "absolutamente" estetizante ni "absolutamente" social; creo —por ejemplo— que nada impide que un libro esté muy bien encuadernado y que, al mismo tiempo, sea aburrido.)
Aun aceptando —por cierto que a regañadientes— la existencia de ambos grupos, y, por añadidura, con la posesión de dichas características distintivas, hay un hecho mucho más decisivo que tiende a invalidar o a hacer irrelevante su acción, y es que las obras literarias jamás se han originado en sociedades colectivas sino que siempre han sido fruto exclusivo de la creación individual. La opinión contraria —la que ve las obras como resultado de la acción del grupo— parece sustentarse, más bien, en una especie de criterio de eficacia colectiva, criterio maravillosamente aplicable al fútbol y a otros deportes de conjunto, pero de ningún modo admisibles en lo personal por excelencia: la creación artística.
Acaso como una extensión adicional de aquel afán clasificatorio, suele hablarse también de una suerte de "vidas paralelas" entre los dos escritores que más vigorosamente representarían a uno y otro grupo: Jorge Luis Borges y Roberto Arlt.
Inclusive los escritores más diminutos son multifacéticos: con mayor razón sería absurdo despojar de sus muchas riquezas a escritores tan valiosos como Borges y Arlt para dejarlos reducidos a los tristes esqueletos de, respectivamente, "estetizante" y "social".
Lo cierto es que Borges y Arlt se inventaron a sí mismos sendos caminos literarios: caminos propios, personalísimos, inimitables e intransferibles. Y estos caminos —ahora sí, y sólo en este sentido, "vidas paralelas"— parecen no haberse tocado nunca.
Proveniente de una familia inmigrante de lengua no española, Arlt fue argentino de primera generación, inculto (en la acepción académica de la palabra), tumultuoso, osado, intuitivo, vital, de grueso sentido del humor.
Borges, en cambio, pertenecía a una antigua familia argentina, acomodada y tradicional, en cuya casa había muchos libros y se hablaban correctamente el español y el inglés; Borges era tímido, miope, tartamudo, estudioso, sutil, inteligentísimo e infinitamente transgresor y revolucionario (como jamás podrían serlo —y ni siquiera imaginarlo— los transgresores y revolucionarios "profesionales", hechos de escenografía y caracterización teatral, y repetidores de frases viejas y de decires cristalizados).
Ambos son ajustadamente coetáneos: Borges nació el 24 de agosto de 1899; Arlt, el 2 de abril de 1900; de manera que, si el azar lo hubiera consentido, podrían haber sido compañeros de clase. Difieren en que Arlt murió relativamente joven, a los cuarenta y dos años, el 26 de julio de 1942, y Borges muy anciano, a los ochenta y seis, el 14 de junio de 1986.
 Este artículo se publicó dos veces, según se informa a continuación:
1993. Borges y Arlt: las paralelas que se tocan. Anthropos. Revista de documentación científica de la cultura (director: Ramón Gabarrós Cardona), Nos. 142-143, Barcelona, marzo-abril 1993.
1996. Borges y Arlt: las paralelas que se tocan. Proa (director: Roberto Alifano), No. 25, Buenos Aires, septiembre-octubre 1996, págs. 47-55.
Disponible en el sitio web: http://www.ucm.es/info/especulo/numero11/arlt_bor.html 

lunes, 15 de marzo de 2010

Maldita Perdición


Observo de lejos sintiendo deseos cayendo en el suelo del mundo sin consuelo sufrido destino es el que me espera el sueño frustrado es el que me encierra maldita perdición me gana la razón en mi esperanza buscaba la razón pero no pudo encontrar la solución maldita esa perdición que ya marcó mi corazón me duele andar en caminos tan sólo y sin mis amigos es tan grande esa emntira ofreciéndote la salida bastaba con escuchar hasta un ciego hablar maldita perdición insistes sin razón maldita esa perdición no respeta mi decisión me obligas a caer de nuevo y otra vez no sólo mi corazón dañaste jugaste con mi alma y ganaste ya con todas mis fuerzas voy a luchar hasta mi alma poder cicatrizar y sólo la cicatriz va a quedar de cuando la droga me quizo matar..

Marcelo Veliz
Veliz, Marcelo (2006). Antología: Las otras veces. Sade. Sur de Tucumán.

domingo, 7 de marzo de 2010

Ver para leer... La pregunta de sus ojos y Las viudas de los jueves



Libros de Eduardo Sachieri y Claudia Piñeyro llevados al cine. Altamente recomendables...

Poemas de Horacio Castillo

Anquises sobre los hombros

Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
Pero luego se vuelve cada vez más liviano,
Hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
En un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.

Arte Poética
Soltar la lengua, de manera que no trabe el producto
que viene desde adentro, impulsado
por una fuerza superior
y el hábil juego de riñón y diafragma;
insistir presionando los músculos
como para expulsar
un caballo o un cíclope;
repetir el procedimiento
provocándolo inclusive con los dedos
o una materia acre,
hasta quedar vacío, sólo reseca piel,
odre para colgar del primer árbol,
extenuada matriz de lo volátil, acaso de la luz.


Si te interesa la obra poética de Horacio Castillo, podés encontrarla en:

Castillo, Horacio (2005): Por un poco más de luz
Obra poética 1974-2005,
Editorial Brujas, Colección Vital, Córdoba.

La muerte de D Giovanni: según Arlt




He visto Morir...
Crónica sobre la muerte de Severino Di Giovanni
Por Roberto Arlt

Las 5 menos 3 minutos. Rostros afanasos tras de las rejas. Cinco menos 2. Rechina el cerrojo y la puerta de hierro se abre. Hombres que se precipitan como si corrieran a tomar el tranvía. Sombras que dan grandes saltos por los corredores iluminados. Ruidos de culatas. Más sombras que galopan.
Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir.

La letanía.

Espacio de cielo azul. Adoquinado rústico. Prado verde. Una como silla de comedor en medio del prado. Tropa. Máuseres. Lámparas cuya luz castiga la obscuridad. Un rectángulo. Parece un ring. El ring de la muerte. Un oficial.
"..de acuerdo a las disposiciones... por violación del bando... ley número..."
El oficial bajo la pantalla enlozada. Frente a él, una cabeza. Un rostro que parece embadurnado en aceite rojo. Unos ojos terribles y fijos, barnizados de fiebre. Negro círculo de cabezas.
Es Severino Di Giovanni. Mandíbula prominente. Frente huída hacia las sienes como la de las panteras. Labios finos y extraordinariamente rojos. Frente roja. Mejillas rojas. Ojos renegridos por el efecto de luz. Grueso cuello desnudo. Pecho ribeteado por las solapas azules de la blusa. Los labios parecen llagas pulimentadas. Se entreabren lentamente y la lengua, más roja que un pimiento, lame los labios, los humedece. Ese cuerpo arde en temperatura. Paladea la muerte.
"..artículo número...ley de estado de sitio... superior tribunal... visto... pásese al superior tribunal... de guerra, tropa y suboficiales..."
Di Giovanni mira el rostro del oficial. Proyecta sobre ese rostro la fuerza tremenda de su mirada y de la voluntad que lo mantiene sereno.
"..estamos probando... apercíbase al teniente... Rizzo Patrón, vocales... tenientes coroneles... bando... dése copia... fija número..."
Di Giovanni se humedece los labios con la lengua. Escucha con atención, parece que analizara las cláusulas de un contrato cuyas estipulaciones son importantísimas. Mueve la cabeza con asentimiento, frente a la propiedad de los términos con que está redactada la sentencia.
"..Dése vista al ministro de Guerra... sea fusilado... firmado, secretario..."

Habla el Reo.

-Quisiera pedirle perdón al teniente defensor...
Una voz: -No puede hablar. Llévenlo.
El condenado camina como un pato. Los pies aherrojados con una barra de hierro a las esposas que amarran las manos. Atraviesa la franja de adoquinado rústico. Algunos espectadores se ríen. ¿Zoncera? ¿Nerviosidad? ¡Quien sabe!.
El reo se sienta reposadamente en el banquillo. Apoya la espalda y saca pecho. Mira arriba. Luego se inclina y parece, con las manos abandonadas entre las rodillas abiertas, un hombre que cuida el fuego mientras se calienta agua para tomar el mate.
Permanece así cuatro segundos. Un suboficial le cruza una soga al pecho, para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra. Di Giovanni gira la cabeza de derecha a izquierda y se deja amarrar.
Ha formado el blanco pelotón de fusilero. El suboficial quiere vendar al condenado. Éste grita:
-Venda no.

Mira tiesamente a los ejecutores. Emana voluntad. Si sufre o no, es un secreto. Pero permanece así, tieso, orgulloso.
Surge una dificultad. El temor al rebote de las balas hace que se ordena a la tropa, perpendicular al pelotón fusilero, retirarse unos pasos.
Di Giovanni permanece recto, apoyada la espalda en el respaldar. Sobre su cabeza, en una franja de muralla gris, se mueven piernas de soldados. Saca pecho. ¿Será para recibir las balas?
-Pelotón, firme. Apunten.
La voz del reo estalla metálica, vibrante:
-¡Viva la anarquía!
-¡Fuego!

Resplandor subitáneo. Un cuerpo recio se ha convertido en una doblada lámina de papel. Las balas rompen la soga. El cuerpo cae de cabeza y queda en el pasto verde con las manos tocando las rodillas.
Fogonazo del tiro de gracia.

Muerto.

Las balas han escrito la última palabra en el cuerpo del reo. El rostro permanece sereno. Pálido. Los ojos entreabiertos. Un herrero a los pies del cadáver. Quita los remaches del grillete y de la barra de hierro. Un médico lo observa. Certifica que el condenado ha muerto. Un señor, que ha venido de frac y zapatos de baile, se retira con la galera en la coronilla. Parece que saliera del cabaret. Otro dice una mala palabra.
Veo cuatro muchachos pálidos como muertos y desfigurados que se muerden los labios; son: Gauna, de La Razón, Álvarez de Última hora, Enrique Gonzáles Tuñón, de Crítica y Gómez, de El Mundo. Yo estoy como borracho. Pienso en los que se reían. Pienso que a la entrada de la penitenciaría debería ponerse un cartel que rezara:

-Está prohibido reírse.
-Está prohibido concurrir con zapatos de baile.

Roberto Arlt
de "Aguafuertes Porteñas"
1º de febrero de 1931

Mauricio Macri según Feimann

Hoy, Mauricio es Posse




Por José Pablo Feinmann


Y de pronto: el tsunami Posse. Pocos hombres elegidos para un puesto han dicho tantas inconveniencias antes de asumir. Esas cosas se dicen después o no se dicen. Los sagaces, los políticos habilidosos, tienen la cautela de no anunciar sus canalladas si están dispuestos a cometerlas. O a no ser excesivamente sinceros si saben que eso que piensan les habrá de caer mal a muchas personas, aunque él las odie. Pero se supone que tendrá que negociar con ellas. Eso es la política. Aunque hay algo ya largamente probado: “los K” –como les dice la “oposición” para simular que se trata de un gobierno familiar, de apenas dos personas autoritarias, una especie de orden feudal en pleno siglo XXI– logran, sin proponérselo, que sus enemigos (no adversarios, éstos son abiertamente enemigos) exhiban abiertamente lo peor de sí. Que les brote la basura por todos sus poros. El odio. Que pierdan la paciencia. Que no sepan moderarse. Posse es la más reciente de estas víctimas. Figura entre las más espectaculares. Otras, al expresarse por medio de “libros”, meten menos ruido, aunque nunca poco. Pensemos brevemente en la cantidad de libros que han salido últimamente para arrojar material defecatorio, excremental, estiercolero, sobre la figura de “los K”. Uno de Aguinis, otro de Majul, enseguida uno de un periodista de Perfil, Edi Zunino, antes uno del infaltable Joaquín Morales Solá, un hombre genuinamente atormentado por la también llamada “pareja presidencial”, y ahora, en el colmo del disparate, uno del prestigioso ensayista a quien se suele llamar “el Negro Oro”. No han incurrido en esta modalidad ni Natalio Botana, ni Santiago Kovadloff, ni Beatriz Sarlo ni Tulio Halperin Donghi ni Carlos Altamirano. Por citar algunos que uno habría leído con cierta atención, abierto a sus argumentos. No, son periodistas con un tufillo aventurero. Gente que no ha demostrado talento ensayístico ni ha atesorado prestigio intelectual a lo largo de los años. ¿Qué son, qué buscan? Ventas rápidas, trepar en las listas de best-sellers. Son libros-cacerola. Hay, todavía, una clase media que se los devora. La cuestión es: ¿hay tanta basura para arrojar sobre “los K”? ¿Consigue esa basura abastecer a cinco libros? No, creo que el libro anti-K se ha transformado en un libro de autoayuda. Permite a la Mesa de Enlace (“¿Qué pasó con la Mesa de Enlace?”, se pregunta Barcelona en su reciente número), a los garcas de todo tipo, a la “oposición” (Cobos, Carrió, Michetti) y a toda la inmensa clase media teflonera tener enhiestas sus esperanzas destituyentes. El Plan de Gobierno de la “oposición” es claro y, sobre todo, nada institucional: “Que no lleguen al 2011”. Eso es todo. Pese a ser, entonces, libros de autoayuda, no venden tanto como los verdaderos: los que “curan” el alma. Vuelvo a recurrir a mis admirados barceloneses: “Después de Ari Paluch y Guillermo Andino, los editores salen a cazar a ‘cualquier boludo famoso que firme un libro de autoayuda’”. De esta forma, muchos periodistas “ya han sido tentados para publicar sus propios libros con historias personales, ejemplos de vida, anécdotas estúpidas con moralejas infantiles ‘y todo eso que a la gente boluda le encanta leer para sentirse menos boluda’” (Barcelona, 4/12/2009). No se requiere ni saber escribir. Las editoriales tienen sus escribientes. Sería atinado pensar que el Negro Oro y Aguinis son a la política eso que Ari Paluch y Guillermo Andino son a la autoayuda: escriben, arman, traman, inventan, dicen algunas verdades (al fin y al cabo, es cierto que hay corrupción en este gobierno, sólo que lo que nos espera con el horrible fascismo que está armándose es mucho, pero mucho peor), mienten con descaro, destilan un odio enfermizo, escupen, gritan, sudan y entregan “todo eso que a la gente boluda le gusta leer para sentirse menos boluda”. En este caso, menos sola, más esperanzada, creyendo que llegará el día en que los “terroristas que nos gobiernan” serán destituidos.

Pero Posse ha traspuesto los límites. Yo lo conocía al personaje. Sabía que era un escritor mediocre. Que había escrito una mediocre biografía de Eva Perón. Que había tenido un cargo diplomático en Praga y aprovechó la volada para escribir sobre la estadía del Che Guevara en ese lugar. Estuvo un año ahí y nadie sabe qué le pasó. Posse se puso a investigar y no consiguió mucho. Pero igual publicó un libro apologético sobre Guevara. Antes me lo había cruzado en el sepelio de Fernando Ayala, a quien yo tenía estima por ser el socio de Olivera en Aries y haber financiado los films de Aristarain, entre ellos Ultimos días de la víctima. Yo acababa de estrenar Eva Perón. Con dirección de Desanzo y la gran actuación de Esther Goris. Me divertía preguntarle a todo personaje que hubiera escrito algo sobre Evita si no creía que yo lo había plagiado, pues a muchos se les daba por decir esto. Le dije a Posse: “Habrá advertido que tomé algunas cosas de su libro”. Sonrió feliz. Y me respondió: “Sí, pero no importa”. Por dentro, yo me divertía como loco. Nunca fallaba. Hasta a alguien que tenía una tía que había escrito algo llamado Evita íntima le tendí la misma trampa. Y también me perdonó. Gente generosa. Al único que plagié fue al Sartre del Saint Genet, comediante y mártir. Antes lo había hecho Sebreli, por lo cual algunos despistados me acusaron de haberlo plagiado a Sebreli. Luego supe de Posse por una polémica que tuvo con Tomás Eloy Martínez. Tomás lo acusó de haber sido “colaborador de la dictadura militar”. Me llegó un sobre de Posse. Se lo habrá enviado a algunos para que se enteraran de su respuesta en La Nación, en caso de no haberla leído. Era mi caso. Leí su carta, era de enero de 1998, y decía: “(Martínez) me acusó de haber sido ‘colaborador de la dictadura militar’, simplemente porque no renuncié a mi carrera diplomática (...). Entre 1973 y 1979 era secretario y cónsul en la deliciosa Venecia. Me causaría horror haber renunciado y tener que pensar hoy que lo hice por Galimberti y Firmenich” (La Nación, Cartas de Lectores, 23/12/97). No, cavernícola ignorante, usted no tenía que abandonar su maldita “deliciosa Venecia” por Galimberti y Firmenich, sino porque era funcionario de un gobierno de asesinos, porque, al serlo, era cómplice de ellos, tenía tanta sangre en sus manos como los mercenarios que arrasaban familias, robaban niños, violaban mujeres, torturaban a los hijos delante de sus padres, empalaban seres humanos. (Ver: Feinmann, La sangre derramada, 1998, Buenos Aires, Ariel, p. 136.)

Años después (sin saber nada durante largo tiempo del personaje), me encuentro con otro artículo suyo en La Nación. Describe tan precisamente la modalidad de la tortura bajo los militares que lo he citado en el fascículo N° 106 de mi dilatada obra sobre el peronismo: “Adoptaron la doctrina de la ‘tortura técnica’, rigurosamente limitada e informativa, para desarticular la organización de las células de acción. (Se sabe que la pretensión ‘técnica’ termina invariablemente en abuso, sadismo y la degradación, tanto del torturado como del torturador. Basta considerar lo que está pasando en Irak.)”

“Se estableció una represión legítima frente al alzamiento, pero ejecutada por usurpadores y por medios ilegales e inconfesables” (La Nación, 24 de marzo de 2006). El artículo era a propósito de los 30 años del golpe militar del 24 de marzo. Concluía con democráticos llamamientos a la concordia nacional: “Ojalá esta conmemoración sirva para sellar la puerta del infierno, para no volver la cabeza y paralizarnos en el odio renovado”. Posse ha enloquecido. Cree que los “troskoleninistas” del gobierno Cristina Fernández han abierto de par en par las puertas del infierno. Pero aunque así lo crea, debió haberlo dicho de otro modo. No pudo. No pueden. El odio los denuncia. Se desbocan. Les brotan colmillos. A Macri también. ¿O no sabe a quién pone? ¿Tan ingenuo es? No, si Macri pone al Fino Palacios y a Abel Posse es porque los elige. Y si los elige es porque son fascistas. Y si alguien elige fascistas para que lo acompañen es porque con ellos está cómodo. Y si lo está es porque con la democracia se siente mal, se siente atado. Y los que todavía no se dieron cuenta es porque son tan fascistas como él. La cuestión no es Posse: es Macri. Pareciera que se está transformando aceleradamente en alguien más tenebroso que el muchacho alegre de los ’90, que el hijo de papá con futuro, que el dirigente de Boca, que el entusiasta cantante de temas de Freddy Mercury. Cuidado: ése ya no es Macri. Supongo que no se habrá olvidado el eslogan de la campaña electoral de Filmus contra Mauricio: Mauricio es Macri. No, mucho peor. Hoy, Mauricio es Posse.

Feimann todavía apoya la octava consonante...

Y expresa "Apoyo al Gobierno porque lo veo condicionado"

domingo 14 de febrero de 2010




Criticó a los últimos best-sellers del verano por “caceroleros” y cosechó ácidas réplicas de Majul, Zunino y Reato. Él dice que lo llaman “filósofo K” para no tomarse el trabajo de leerlo. Aclara que no integra Carta Abierta y que está en Encuentro porque ningún canal comercial le ofrece aire. Sus imperdibles diálogos con Kirchner y su última provocación: “Los últimos meses de Cristina fueron brillantes”. El pensador que irrita al “periodismo anti K”.

Por Diego Rojas

–¿En qué campo político se ubica, Feinmann?

–El otro día hablaba con Horacio González y me decía que yo era un franco tirador de la noche: “Te encerrás y desde ahí hasta las 7 de la mañana disparás para todos lados”. Yo no estoy en ningún lado, yo no estoy en el gobierno. De hecho yo, al único que veo del gobierno, pero porque es amigo, es a Juan Manuel Abal Medina (h). Después veo a gente que estuvo, como Pepe Nun o Daniel Filmus. Por ellos es que llegué a mi programa sobre filosofía en Encuentro.

–Ese ciclo es la excusa para que muchos de sus detractores infieran que usted es un funcionario estatal y que su sueldo en Encuentro es la forma en que el gobierno le retribuye sus favores como pensador kirchnerista.

–Eso es una canallada. Yo respondo: que me dé Canal 13 una hora, yo la tomo. Que me dé una hora Telefé. Voy a Encuentro y les digo que me voy, que con esos canales puedo llegar a mucha más gente. Es más, tal vez me llamen de alguno de esos canales. Bernarda Llorente y Claudio Villarroel, que se fueron de Telefé, quieren hacer algo conmigo. Una idea muy linda: Ver para pensar. Así que les digo: “Fuck you” a los que dicen esas huevadas. Porque, decime la verdad, ¿me voy a vender por un programa de televisión? ¿No es un poco poco? A mí no me paga nadie. Me pagan en Página12, en Planeta por mis libros y, bueno, por supuesto, que en Encuentro cobramos. Dalí Producciones, que es Ricardo Cohen, se ocupa de todo. También cobro cuando doy cursos. Y podría vivir tranquilamente de esos cursos.

–¿Integra Carta Abierta?

–No.

–Entonces, ¿por qué piensa que, a pesar de las críticas que esgrimió contra el gobierno, sigue siendo identificado como un pensador K?

–Y... porque la gente es mala, ¿que querés que te diga? Al identificarme como un pensador K no necesitan leerme. Así no tienen que leer las 814 páginas de La filosofía y el barro de la historia. ¿Para qué leerlo si lo escribió un pensador K? Tengo 31 libros editados, tengo un corpus literario, ¿no? Pero ninguno de estos tipos lee mis libros. Repiten: “Es un pensador K”, o sea, es un tipo que se vendió por dinero, es un tipo que piensa para fortalecer una gestión, es un tipo que piensa recibiendo directivas de K, que puede ser de Cristina o Néstor. Me pregunto si piensan así porque viven así. Es como dice el refrán: “El ladrón piensa que todos son de su condición”.

–Usted comenzó su relación con el kirchnerismo de un modo entusiasta.

–En el 2003 estábamos todos contentos. Cuando asumió K a mí me cayó bárbaro, viste que se tiró sobre el fotógrafo, lo hirieron, asumió con una curita, jugó con el bastón… Yo pensé: “Qué flaco divertido”. Escribí una nota que le gustó mucho y me llamó. Charlamos mucho, le planteé mi postura: “Tenés que dejar el peronismo, crear un buen partido de centro-izquierda y empezar algo nuevo en la política argentina”. Si lo hacía, yo pensaba estar. Él decía cosas muy interesantes, entre ellas dijo: “De aquí a mí me sacan con los pies para adelante”. Es un dato importante. Que se vayan enterando que muy fácil no va a ser sacarlo. Ni a él ni a ella. No creo que se vayan en helicóptero.

–Pero Kirchner después eligió claramente al PJ y al corleonismo, según su propia definición.

–Hablaba sobre el aparatismo en una nota que no le gustó. Muy amablemente me mandó un mail. Recuerdo que, cuando comenzamos nuestra relación, me contó Bielsa que mientras conversaba con él, Kirchner le dijo: “¡Ah! Esto lo tengo que consultar con José Pablo” y que se levantó de la reunión y me llamó desde Washington. Yo no lo podía creer, era el presidente. Luego de ese artículo me mandó un mail. El “asunto” decía: “Mail del presidente”. Me quedé sorprendido. Ahí me decía: “Los intelectuales como vos buscan la pureza todo el tiempo, los políticos no nos podemos dar ese lujo. Yo, si quiero conservarme en el poder, tengo que apropiarme del aparato del PJ, si no, el aparato del PJ me va a aniquilar. Para apropiarme del aparato del PJ, tengo que entrar en la basura, meterme, ahí, en la mierda, y eso a vos por supuesto, no te a va a gustar”. Yo le contesté que entendía, pero que no podía hacer eso. Esa política es la que siempre se hizo.
–Además, ¿triunfó en esa apropiación del PJ? ¿No se dió vuelta una gran cantidad de intendentes que hoy siguen a Duhalde?

–No creo que haya triunfado. Deslució su imagen ante la clase media que lo vio transar con Barrionuevo. Cuando pasó lo de Barrionuevo también saqué una nota. Estos muchachos que me atacan se olvidan de mis notas, pero el que en serio hizo críticas a K, críticas teóricas en serio, fui yo.
–Sin embargo, la percepción es que usted apoya al gobierno.

En un montón de cosas apoyo del gobierno. Primero lo apoyo porque lo veo muy condicionado. Apoyo porque veo lo que hay del otro lado. Apoyo que los Kirchner tengan una buena relación con Evo, una buena relación con Chávez. Tengo muchas objeciones contra Chávez pero está bien que tengan una buena relación con él. Además, en este momento estoy apoyando a Cristina más que a Néstor. Cristina me gusta mucho, piensa bien, dice sus discursos maravillosamente, y eso no es un dato secundario. Son signos muy grandes de inteligencia. Si escuchás hablar a Cobos, a Macri, a De Narváez, ninguno de ellos le llega al primer taquito a Cristina. Es una mina inteligente que piensa, que tiene cultura, que es un cuadro político desde hace muchos años. Hay muchas personas que la apoyan. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Y acá Horacio González, Ricardo Foster, Noé Jitrik, David Viñas... Son mis compañeros de toda la vida, no es que no tengamos críticas, pero estamos defendiendo un estado de cosas.

–En una entrevista en Veintitrés hace tres años usted decía que Kirchner no usaba la plata de las reservas para paliar los altos índices de pobreza que existen. Hoy parece que siguen sin usarse para esos fines.

–Todavía reprocho eso. La lucha contra el hambre no se dio. La lucha por la distribución del ingreso se empezó a dar el año pasado. Pero este es un llamado de atención. Este es un país donde se le quiere sacar un 3% a los más poderosos terratenientes y no se puede. El gobierno casi cae con el apoyo de la clase media. Lo único que faltaba es que vinieran con los tractores a Plaza de Mayo. Se podría haber incendiado el país.
–Se puede pensar que para que los cambios sean profundos se requiere que se recurra a ciertos incendios.

–Sí. Pero no creo que se puedan producir. Perdóname el pesimismo. ¿Qué serían cambios profundos? Cambio profundo fueron la Ley de Medios, la estatización de las AFJP, el fútbol. Ahora, ¿cómo avanzar? Se debería poner un impuesto a la riqueza y establecer un ente de distribución del ingreso. Se podría poner un impuesto a la renta financiera.

–¿A este gobierno le interesaría hacer eso?

–Ese es el problema. El año pasado intentó hacer algo y no pudo, casi se va a la mierda. También por errores de ellos, pero hubo un revuelo infernal. Si no lo hacen ellos, ¿quién lo va a hacer?

–¿Cómo ve a la oposición de centroizquierda?

–Bastante débil. Me gusta Sabatella. He ido a Morón a dar conferencias y es un gran tipo Sabatella. Pero no tiene poder, no tiene el peronismo. Y hoy el peronismo es una estructura corleonista que no lo va a dejar avanzar más allá de cierto punto. Hoy, la política es conseguir posiciones a través del dinero. Es una corporación en la cual hay más circulación de dinero que ideas. No es culpa de los políticos, es culpa de las grandes empresas que manejan el país, de los grandes intereses concentrados monopólicamente que manejan el país. La política hoy se hace a través de los medios: hay una colonización de la subjetividad. Es el poder de penetración de una ideología a través de lo mediático. Hay un sujeto absoluto bélico comunicacional, hace guerras pero también gana guerras a través de lo comunicacional. Vos fijate que en China no hay diarios de izquierda, que aquí tampoco hay casi diarios de izquierda. Bueno, está Página 12, que es de una izquierda centrada y después habrá algunos pequeños diarios. Todos los grandes diarios son de derecha, todos los grandes programas de TV son de derecha, Tinelli es de derecha, los culos de Tinelli son de derecha porque idiotizan.

–¿Preparan los medios las condiciones para una restauración conservadora?

–Por supuesto. Hay un capítulo de Ser y tiempo de Heidegger que habla de la existencia inauténtica que es así: el sujeto no habla, es hablado; no piensa, es pensado; no interpreta, es interpretado; no ve, es visto. Ese tipo cree que tiene ideas, pero no tiene ideas, tiene las ideas de los otros. Foucault en un texto muy lindo que se llama Poder y verdad dice: “El poder crea la verdad” y hoy el poder son los medios de comunicación. Crean la verdad porque la dicen durante todo el día y la repiten a la noche. Nadie piensa por su cuenta, todos son pensados, entonces no hay una consciencia crítica. En cuanto al gobierno, esto es lo que yo le reprocho desde el primer día: debió haber formado cuadros, debió haber hecho militancia, debió haber mandado dirigentes por los barrios, debió haber formado escuelas de formación política, pero no lo hizo porque se mantuvo en la vieja política.

–Al gobierno se le endilgan formas autoritarias, corrupción y maltrato de las instituciones republicanas. ¿Qué opina sobre esto?

–La oposición dice: “Son corruptos, las instituciones no funcionan y son personalistas o son demagógicos o son dictatoriales, autoritarios”. Pero estos fueron los argumentos de todos los golpes de Estado. A Irigoyen le decían que era lento, estaba viejo. A Ilia también y eso lo decían los iluminados de Primera Plana, nuestra gran revista, que era golpista, que apoyó y trajo a Onganía. A Perón lo acusan de corrupto, exhiben todos los tapados de Evita, toda la ropa, ponen coches, 20 coches e invitan a la gente a ver los autos que tenía Perón. Había grandes tachos de basura que decían: “Arroje aquí su carnet de afiliación al partido peronista”. Entonces, la corrupción es un elemento fundamental de todo intento golpista. Y la oposición, que es golpista, instrumenta la corrupción. Lo otro que instrumenta es que las instituciones no funcionan como si alguna vez ellos hubieran sido republicanos. ¿Cuándo el liberalismo llegó aquí, al poder, a través de elecciones democráticas? Nunca. Entonces, Perón cae por ese esquema: corrupción y autoritarismo, falta de respeto por las instituciones. Es una historia que regresa.

–¿Percibió cómo se extendió el mote de “la yegua”?

–Son los mismos insultos que se usaban con Evita, es notable. Se ve un machismo asqueante en los tipos y en las minas. Me llegan chismes de peluquería, el gorilismo de peluquerías es el peor. Las minas dicen cosas terribles de Cristina. Es machismo puro. Imaginate que odias a alguien y sin embargo le tenés ganas. Cuando sale bien en la foto, y generalmente sale bien, te gusta, pero no te tiene que gustar porque la odiás. Entonces eso produce una cosa que se les revuelve por dentro. Lo que más los agrede es que es una mina inteligente, es el presidente que mejor ha pensado en sus discursos, que mejor ha dominado la exposición de un discurso con la excepción de Perón.
–¿Ve factible la posiblidad de un golpe institucional, con un barniz democrático? Carrió habla de juicios políticos con frecuencia.

–Va a ser difícil hacer eso. Carrió, esa emisaria de Cristo, a quien Dios elige para hablar a través de su logos, puede decir eso. Pero también ha dicho muchas otras cosas. Dijo que a Kirchner lo único que le faltaba eran los campos de concentración para ser Hitler. No tomo en serio lo que dice esa mujer. Incluso dentro de la oposición no le tienen gran respeto. La Mesa de Enlace, la noche del triunfo, no la dejó subir al palco. Es piantavotos.
–Volviendo a sus críticos...

–Sé quienes son los que me atacan pero no me calienta. No tienen entidad. ¿Quiénes son esos tipos? Son periodistas que se han puesto a escribir algunos libros anti K, que está de moda. No voy a polemizar con ninguno. Hace 15 días que llegué de Roma de polemizar con Giacomo Marramao, que es el filósofo más importante de Italia, no voy a polemizar con estos tipos. Yo polemizaría con Ernesto Laclau. Polemizaría con Santiago Kovadloff, con Natalio Botana, pero no con estos otros. No los quiero nombrar porque apenas nombre a uno, saca mañana una columna porque quieren debatir conmigo, lógico.
–¿Y con Sarlo debatiría?

–Con Sarlo estoy cansado de polemizar.

–¿Le gusta la idea de ser un pensador que molesta?

–Por supuesto: un pensador tiene que molestar. Eso lo dijo mi gran maestro Sartre, el pensador está para cuestionar a todos. A través de esta conversación he tenido enojos con todos. Pero te digo que Cristina tiene que seguir gobernando y que no jodan con golpe de Estado ni el ánimo destituyente porque ninguno de los otros le llega ni a los tobillos a Cristina. Entonces, no es un gobierno que a mí me pueda entusiasmar pero no creo que pueda haber ninguno que me entusiasme porque las cosas que yo quería hacer creo que no se pueden hacer. No se están haciendo en ningún lugar del mundo. Lo que habría que hacer es una distribución de la riqueza, es lo que te decía antes, fundamentalmente no puede haber más gente con hambre. El hambre pasó a ser una causa de la derecha por culpa de la mala política del gobierno de Cristina. Cristina tiene que arreglar eso. Si no, Biolcatti se preocupa por el hambre.

–¿Podrá hacerlo después de la derrota electoral, de las presiones que recibe de los medios, de la derecha, del propio PJ?

Estos últimos meses de Cristina fueron brillantes. Luego de la derrota del 28 de junio tuvo una gran reacción. Es como el boxeador que cae y se levanta y embiste al otro y de pronto le pega 3 piñas que lo noquea. Ella no lo noqueó, pero le pegó 3 piñas. Ahora hay que ver qué pasa este año. Lo único que se puede esperar de la derecha son difamaciones, intentos golpistas, denuncias de corrupción, denuncias de autoritarismo, todo eso va a estar presente, cada vez van a tener más tierra, pronto van a ser dueños de todo el país. Bueno, el título del libro de uno de estos periodistas que me ataca es justamente El dueño, ¿no? Mañana va a publicar una columna, creyendo que polemiza conmigo. Pero que ninguno se crea que yo voy a responder, lo hago público. Son tipos que no tienen nivel para polemizar conmigo. Son unos aventureros.

Hinodoro Pereyra






Personajes:

El Coleccionista de Historietas te trae: Algunas tiras de Mafalda





El Coleccionista de Historietas te trae: la primera parte de El Eternauta




Para verla entrá a la página de la derecha: "El Eternauta" y hace un click sobre las imágenes para agrandarlas

jueves, 4 de marzo de 2010

¿Qué significa para vos ser un estudiante de Letras?

Si les interesa , respondan. Acá va un decálogo de lo que NO significa, según quien escribe:

1)NO significa haber "leído más libros que nadie". Conozco mucha gente que ha leído mucho más que yo... ¡y no estudia Letras!
2) NO significa "hablar bien" porque no hay "hablar mal". Ya de por sí, hay mucha sangre bajo nuestro idioma. Al fin y al cabo la norma impuesta es una señal de dominación y, sí, (como me dijo un profe): sirve para "seleccionar", para excluir. Puede que un chico de la villa no se ajuste a la norma impuesta (ej.: que convierta la "ll" en "i"), pero eso no quiere decir que haya nada malo con su lenguaje, el que aprendió de sus padres, el que rodea su entorno. Consejo: nunca le digan a nadie que "habla mal" sino que hay un lenguaje normativo que sirve para excluir y tenemos que tratar de ajustarnos a él, en ciertos contextos, para que no nos excluya.
2)NO significa saber escribir "mejor que nadie"... Sobrados casos hay, de gente que no estudia Letras y puede escribir mucho mejor que uno de nosotros.
3)NO significa ser más listo/a que el resto de los "no letrados" (99, 9% de la población). Es fuerte el peso de los libros, pero mucho más fuerte es el peso de la experiencia, de lo vivido.
Y se encadena con los siguiente...
4)NO significa ser mejor persona (en otros términos "ser inteligente")... lamentablemente. No basta leer las injusticias que motivaron a miles de escritores a expresarse aún a sabiendas de que los esperaba la cárcel... o la muerte. Si uno no aporta voluntad para mejorar siquiera un 0,1% el mundo en el que vive, no sirve para nada.
Tampoco significa adherir a ninguna línea política o partido político (como he leído por allí), pero sí implica tener una voluntad política: saber qué dicen más o menos estos tipos que nos gobiernan y los que pretenden gobernarnos y ser críticos con ellos (esto no implica el que "se vayan todos" -a menos que uno sea anarquista u... otra cosa...-): barajar lo bueno y lo malo e insertarlo en un marco histórico.
Cuanto más se desconoce, más difícil es hacer esto y caer en equivocaciones. Ej: Adherir a un discurso político que perpetua la distribución desigual de la riqueza, la dominación de los pueblos, etc. o desdeñar uno que implica algo bueno...
Esto no implica ser un experto en política sino tener, como dije, al menos la voluntad política.

5)NO significa que nuestros conocimientos de todo tipo de injusticias y problemáticas sociales nos convierta automáticamente en "angelitos con coronas", pero sí implica (o debería implicar) hacer el arduo trabajo de despojarse de los demonios de la cabeza (esos que nos llenaron de prejuicios estúpidos, de indiferencia, de egoísmo). Y para los que crecimos con esas burradas hay que estudiar mucho y andar mucho:
"Hay que andar
hay que mirar para ver
hay que andar"
(Nicolás Guillén)
6)NO significa ingerir nada "raro" (aunque tampoco lo excluya). Cada uno es como es... y ya. Se puede ser distraído, torpe, lento, nabo, etc (sin sustancias...).
7) No existen "buenos" o "malos" estudiantes de Letras. Existen mejores o peores notas que dependen hasta de factores climáticos, pero lo que sí existe son buenas o malas acciones.
8)NO significa estudiar la carrera de Letras (ni Clásicas ni Modernas). Conozco y comparto con amigos que estudian "Letras" (lengua, literatura, etc) y muchos no pisaron por la facu...
9)Por eso, tampoco significa "estar" en la Escuela de Letras. Se puede salir de la facu sin terminar la carrera y ser un estudiante de las letras.
10)Tampoco significa que salir con un título nos "libere" de ser estudiantes de Letras, más bien todo lo contrario...

Nota: A la pregunta la hizo alguien en yahoo. Ver:
http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20100304175640AARyrtZ

Versiones de Casa Tomada



video final de Semiotica audiovisual para el Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales iscaa 2007 santa fe



VIDEO SOBRE EL AUDIO DE JULIO CORTAZAR, SOBRE EL CUENTO CASA TOMADA

Las Fotografías



Llegué con mis regalos. Saludé a Adriana. Estaba sentada en el centro del patio, en una silla de mimbre, rodeada por los invitados. Tenía una falda muy amplia, de organdí blanco, con un viso almidonado, cuya puntilla se asomaba al menor movimiento, una vincha de metal plegadizo, con flores blancas, en el pelo, unos botines ortopédicos de cuero y un abanico rosado en la mano. Aquella vocación por la desdicha que yo había descubierto en ella mucho antes del accidente no se notaba en su rostro.

Estaban la Clara, estaba Rossi, el Cordero, Perfecto y Juan, Albina Renato, María, la de los anteojos, el Bodoque Acevedo, con su nueva dentadura, los tres pibes de la finada, un rubio que nadie me presentó y la desgraciada de Humberta. Estaban Luqui, el Enanito y el chiquilín que fue novio de Adriana, y que ya no le hablaba. Me mostraron los regalos: estaban dispuestos en una repisa del dormitorio. En el patio, debajo de un toldo amarillo, habían puesto la mesa, que era muy larga: la cubrían dos manteles. Los sandwiches de verdura y de jamón y las tortas muy bien elaboradas, despertaron mi apetito. Media docena de botellas de sidra, con sus vasos correspondientes, brillaban sobre la mesa. Un florero con gladiolos naranjados y otro con claveles blancos, adornaban las cabeceras. Esperábamos la llegada de Spirito, el fotógrafo; no teníamos que sentarnos a la mesa ni destapar las botellas de sidra, ni tocar las tortas, hasta que él llegara.

Para hacernos reír, Albina Renato bailó “La muerte del Cisne”. Estudia bailes clásicos, pero bailaba en broma.

Hacía calor y había moscas. Las flores de las catalpas ensuciaban las balsodas del patio. Los hombres con los periódicos, las mujeres con pantallas improvisadas o abanicos, todo el mundo se abanicaba o abanicaba las rotas y sandwiches. La desgraciada de Humberta lo hacía con una flor, para llamar la atención. ¿Qué aire puede dar, por mucho que agite, una flor?

Durante una hora de expectativa en que todos nos preguntábamos al oír el timbre de la puerta de calle si llegaba o no llegaba Spirito, nos entretuvimos contando cuentos de accidentes más o menos fatales. Algunos de los accidentados habían quedado sin brazos, otros sin manos, otros sin orejas. “Mal de muchos consuelo de algunos”, dijo una viejita, refiriéndose a Rossi, que tiene un ojo de vidrio. Adriana sonreía. Los invitados seguían entrando. Cuando llegó Spirito, se destapó la primera botella de sidra. Por supuesto que nadie la probó. Se sirvieron varias copas y se inició el larguísimo preludio al esperado brindis.

En la primera fotografía, Adriana, a la cabecera de la mesa, trataba de sonreír con sus padres. Dio mucho trabajo colocar bien el grupo, que no armonizaba: el padre de Adriana era corpulento y muy alto, los padres fruncían mucho el ceño, sosteniendo en alto las copas. La segunda fotografía no dio menos trabajo: los hermanitos, las tías y la abuela se agrupaban desordenadamente alrededor de Adriana, tapándole la cara. El pobre Spirito tenía que esperar pacientemente el momento de sosiego, en que todos ocupaban el lugar por él indicado. En la tercera fotografía, Adriana blandía el cuchillo, para cortar la torta, que llevaba escrita con merengue rosado su nombre, la fecha de su cumpleaños y la palabra felicidad, salpicada de grageas.

-Tendría que ponerse de pie- dijeron los invitados.

La tía objetó:

-Y si los pies salen mal

-No se aflija -respondió el amable Spirito-, si quedan mal, después se los corto.

Adriana hizo una mueca de dolor y el pobre Spirito tuvo que fotografiarla de nuevo, hundida en su silla, entre los invitados. En la cuarta fotografía, sólo los niños rodeaban a Adriana; les permitieron mantener las copas en alto, imitando a los mayores. Los niños dieron menos trabajo que los grandes. El momento más difícil no había terminado. Había que llevar a Adriana al dormitorio de su abuela para que le sacaran las últimas fotografías. Entre dos hombres la cargaron en la silla de mimbre y la pusieron en el cuarto, con los gladiolos y los claveles. Allí la sentaron en un diván, entre varios almohadones superpuestos. En el dormitorio, que medía cinco metros por seis, había aproximadamente quince personas, enloqueciendo al pobre Spirito, dándole indicaciones y aconsejando a Adriana las posturas que debía adoptar. Le arreglaban el pelo, le cubrían los pies, le agregaban almohadones, le colocaban flores y abanicos, le levantaban la cabeza, le abotonaban el cuello, le ponían polvos, le pintaban los labios. No se podía ni respirar. Adriana sudaba y hacía muecas. El pobre Spirito esperó más de media hora, sin decir una palabra; luego, con muchísimo tacto, sacó las flores que habían colocado a los pies de Adriana, diciendo que la niña estaba de blanco y que los gladiolos naranjados desentonaban con el conjunto. Con santa paciencia, Spirito repitió la consabida amenaza:

-Ahora va a salir un pajarito.

Encendió las lámparas y sacó la quinta fotografía, que terminó en un trueno de aplausos. Desde afuera, la gente decía:

-Parece una novia, parece una verdadera novia. Lástima los botines.

La tía de Adriana pidió que fotografiaran a la niña con el abanico de su suegra en la mano. Era un abanico con encaje de Alenzón, con lentejuelas, y cuyas varillas de nácar tenían pequeñas pinturas hechas a mano. El pobre Spirito no juzgó de buen grado introducir en la fotografía de una niña de catorce años un abanico negro y triste por valioso que fuera. Tanto insistieron que aceptó. Con un clavel blanco en una mano y el abanico negro en la otra, salió Adriana en la sexta fotografía. La séptima fotografía motivó discusiones: si se sacaría en el interior del cuarto o en el patio, junto al abuelo maniático, que no quería moverse de su rincón. La Clara dijo:

-Si es el día más feliz de su vida, cómo no la van a fotografiar junto al abuelo, que tanto la quiere. -Luego explicó-: Desde hace un año esta niña se ha debatido entre los brazos de la muerte, se ha quedado paralítica.

La tía declaró:

-Nos hemos desvivido por salvarla, durmiendo a su lado en los pisos de baldosa de los hospitales, dándole nuestra sangre en transfusiones, y ahora, en el día de su cumpleaños, vamos a descuidar el momento más solemne del banquete, olvidando de ponerla en el grupo más importante, junto a su abuelo, que siempre fue su preferido.

Adriana se quejaba. Creo que pedía un vaso de agua, pero estaba tan agitada que no podía pronunciar ninguna palabra; además, el estruendo que hacía la gente al moverse y al hablar hubiera* sofocado sus palabras, si ella las hubiera pronunciado. Dos hombres la llevaron, de nuevo, en la silla de mimbre, el patio y la pusieron junto a la mesa. En ese momento se oyó de un altoparlante la canción ritual de “Feliz Cumpleaños”. Adriana en la cabecera de la mesa, al lado del abuelo y de la torta con velitas, posó para la séptima fotografía, con mucha serenidad. La desgraciada de Humberta logró introducirse en el retrato en primer plano, con sus omóplatos descubiertos y despechugada, como siempre. La acusé en público por la intromisión, y aconsejé al fotógrafo que repitiera la fotografía, lo que hizo de buen grado. Resentida, la desgraciada de Humberta se fue a un rincón del patio; el rubio que nadie me presentó la siguió y para consolarla le sopló algo al oído. Si no hubiera sido por esa desgraciada, la catástrofe no habría sucedido. Adriana estaba a punto de desmayarse, cuando la fotografiaron de nuevo. Todos me lo agradecieron. Destaparon las botellas de sidra; las copas rebalsaban de espuma. Cortaron las dos tortas en tajadas grandotas, que se repartieron en cada plato. Estas cosas llevaron tiempo y atención. Algunas copas se volcaron sobre el mantel: dicen que trae suerte. Con la punta de los dedos, nos humedecimos la frente. Algunos mal educados habían bebido ya la sidra antes del brindis. La desgraciada de Humberta dio el ejemplo, y le pasó la copa al rubio. No fue sino más tarde, cuando probamos la torta y brindamos a la salud de Adriana que advertimos que estaba dormida. La cabeza colgaba de su cuello como un melón. No era extraño que siendo aquella su primera salida del hospital, el cansancio y la emoción la hubieran vencido. Algunas personas se rieron, otras se acercaron y le golpearon la espalda para despertarla. La desgraciada de Humberta, esa aguafiestas, la zarandeó de un brazo y le gritó:

-Estás helada.

Ese pájaro de mal agüero, dijo:

-Está muerta.

Algunas personas alejadas de la cabecera creyeron que se trataba de una broma y dijeron:

-Como para no estar muerta con este día.

El Bodoque Acevedo no soltaba su copa. Todos dejaron de comer, salvo Luqui y el Enanito. Otros, disimuladamente, guardaban trozos de torta estrujada y sin merengue, en el bolsillo. ¡Qué injusta es la vida! ¡En lugar de Adriana, que era un angelito, hubiera podido morir la desgraciada de Humberta!

Foto: Silvina Ocampo

Ocampo, Silvina (2006): Las furias en Cuentos Completos 1.Emecé Editores S.A, Bs. As. pp219-223

Los ojos de Celina

En la tarde blanca de calor, los ojos de Celina me parecieron dos pozos de agua fresca. No me retiré de su lado, como si en medio del algodonal quemado por el sol hubiese encontrado la sombra de un sauce. Pero mi madre opinó lo contrario: "Ella te buscó, la sinvergüenza."Estas fueron sus palabras. Como siempre no me atreví a contradecirle, pero si mal no recuerdo fui yo quien se quedó al lado de Celina con ganas de mirarla a cada rato. Desde ese día la ayudé en la cosecha, y tampoco esto le pareció bien a mi madre, acostumbrada como estaba a los modos que nos enseñó en la familia. Es decir, trabajar duro y seguido, sin pensar en otra cosa. Y lo que ganábamos era para mamá, sin quedarnos con un solo peso. Siempre fue la vieja quien resolvió todos los gastos de la casa y de nosotros.
Mi hermano se casó antes que yo, porque era el mayor y también porque la Roberta parecía trabajadora y callada como una mula. No se metió en las cosas de la familia y todo siguió como antes. Al poco tiempo ni nos acordábamos que había una extraña en la casa. En cambio con Celina fue diferente. Parecía delicada y no resultó muy buena para el trabajo. Por eso mi mamá le mandaba hacer los trabajos más pesados del campo, para ver si aprendía de una vez.
Para peor a Celina se le ocurrió que como ya estábamos casados, podíamos hacer rancho aparte y quedarme con mi plata. Yo le dije que por nada del mundo le haría eso a mamá. Quiso la mala suerte que la vieja supiera la idea de Celma. La trató de loca y nunca la perdonó. A mí me dio mucha vergüenza que mi mujer pensara en forma distinta que todos nosotros. Y me dolió ver quejosa a mi madre. Me reprochó que yo mismo ya no trabajaba como antes, y era la pura verdad. Lo cierto es que pasaba mucho tiempo al lado de Ceima. La pobre adelgazaba día a día, pero en cambio se le agrandaban los ojos. Y eso justamente me gustaba: sus ojos grandes. Nunca me cansé de mirárselos.
Paso otro año y eso empeoró. La Roberta trabajaba en sel campo como una burra y tuvo su segundo hijo. Mamá parecía contenta, porque igual que ella, la Roberta paría machitos para el trabajo. En cambio con Celina no tuvimos hijos, ni siquiera una nena. No me hacían falta, pero mi madre nos criticaba. Nunca me atreví a contradecirle, y menos cuando estaba enojada, como ocurrió esa vez que nos reunió a los dos hijos para decirnos que Celina debía dejar de joder en la casa y que de eso se encargaría ella. Después se quedó hablando con mi hermano y esto me dio mucha pena, porque ya no era como antes, cuando todo lo resolvíamos juntos. Ahora solamente se entendían mi madre y mi hermano. Al atardecer los vi partir en el sulky con una olla y una arpillera. Pensé que iban a buscar un yuyo o un gualicho en el monte para arreglar a Celina. No me atreví a preguntarle nada. Siempre me dio miedo ver enojada a mamá.
Al día siguiente mi madre nos avisó que el domingo saldríamos de paseo al río. Jamás se mostró amiga de pasear los domingos o cualquier otro día, porque nunca faltó trabajo en casa o en el campo. Pero lo que más me extranó fue que ordenó a Celina que viniese con nosotros, mientras Roberta debía quedarse a cuidar la casa y los chicos.
Ese domingo me acordé de los tiempos viejos, cuando éramos muchachitos. Mi madre parecía alegre y más joven. Preparó la comida para el paseo y enganchó el caballo al sulky. Después nos llevó hasta el recodo del río.
Era mediodía y hacía un calor de horno. Mi madre le dijo a Celina que fuese a enterrar la damajuana de vino en la arena húmeda. Le dio también la olla envuelta en arpillera:
--Esto lo abrís en el río. Lavá bien los tomates que hay adentro para la ensalada.
Quedamos solos y como siempre sin saber qué decirnos. De repente sentí un grito de Celina que me puso los pelos de punta. Después mellamó con un grito largo de animal perdido. Quise correr hacia allí, pero pensé en brujerías y me entró un gran miedo. Además mi madre me dijo que no me moviera de allí.
Celina llegó tambaleándose como si ella sola hubiese chupado todo el vino que llevó a refrescar al río. No hizo otra cosa que mirarme muy adentro con esos ojos que tenía y cayó al suelo. Mi madre se agachó y miró cuidadosamente el cuerpo de Celina. Señaló:
--Ahí abajo del codo.
--Mismito allí picó la yarará --dijo mi hermano.
Observaban con ojos de entendidos. Celina abrió los ojos y volvió a mirarme.
--Una víbora --tartamudeó--. Había una víbora en la olla.
Miré a mi madre y entonces ella se puso un dedo en la frente para dar a entender que Celina estaba loca. Lo cierto es que no parecía en su sano juicio: le temblaba la voz y no terminaba las palabras, como un borracho de lengua de trapo.
Quise apretarle el brazo para que no corriese el veneno, pero mi madre dijo que ya era demasiado tarde y no me atreví a contradecirle. Entonces dije que debíamos llevarla al pueblo en el sulky. Mi madre no me contestó. Apretaba los labios y comprendí que se estaba enojando. Celina volvió a abrir los ojos y buscó mi mirada. Trató de incorporarse. A todos se nos ocurrió que el veneno no era suficientemente fuerte. Entonces mi madre me agarró del brazo.
--Eso se arregla de un solo modo --me dijo--. Vamos a hacerla correr.
Mi hermano me ayudó a levantarla del suelo. Le dijimos que debía correr para sanarse. En verdad es difícil que alguien se cure en esta forma: al correr, el veneno resulta peor y más rápido. Pero no me atreví a discutirle a mamá y Celma no parecía comprender gran cosa. Solamente tenía ojos --¡qué ojos!-- para mirarme, y me hacía sí con la cabeza porque ya no podía mover la lengua.
Entonces subimos al sulky y comenzamos a andar de vuelta a casa. Celina apenas si podía mover las piernas, no sé si por el veneno o el miedo de morir. Se le agrandaban más los ojos y no me quitaba la mirada, como si fuera de mí no existiese otra cosa en el mundo. Yo iba en el sulky y le abría los brazos como cuando se enseña a andar a una criatura, y ella también me abría los brazos, tambaleándose como un borracho. De repente el veneno le llegó al corazón y cayó en la tierra como un pajarito.
La velamos en casa y al día siguiente la enterramos en el campo. Mi madre fue al pueblo para informar sobre el accidente. La vida continuó parecida a siempre, hasta que una tarde llegó el comisario de Chañaral con dos milicos y nos llevaron al pueblo, y después a la cárcel de Resistencia.
Dicen que fue la Roberta quien contó en el pueblo la historia de la víbora en la olla. ¡Y la creímos tan callada como una mula! Siempre se hizo la mosquita muerta y al final se quedó con la casa, el sulky y lo demás.
Lo que sentimos de veras con mi hermano fue separamos de la vieja, cuando la llevaron para siempre a la cárcel de mujeres. Pero la verdad es que no me siento tan mal. En la penitenciería se trabaja menos y se come mejor que en el campo. Solamente que quisiera olvidar alguna noche los ojos de Celina cuando corría detrás del sulky.

Fuente: Kordon, Bernardo. Domingo en el río.
http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/2969449/Los-Ojos-de-Celina-_-Bernardo-Kordon-%28cuento-corto%29.html

Bernardo Kordon


Bernardo Kordon: El escritor que murió dos veces

Por: Walter Marini

Bernardo Kordon fue uno de los escritores más emblemáticos de mediados del siglo pasado. Sus cuentos y relatos se inscriben en lo más alto de la literatura social que dio este país. Se lo encasilló dentro de la corriente denominada neorrealismo urbano. Su muerte, hace aproximadamente tres años y medio, pasó prácticamente inadvertida en el mundillo narrativo, como su vida misma.

Cuando después no quise ver a nadie, ni siquiera a mis amigos. Sentirme solo y nada más, sentirme lanzado a la vida. Si se quiere fui triste, pero ¡qué diablos! Busqué eso, porque el hombre no busca lo triste, alegre, lo bueno ni malo; busca una ventana para respirar y a veces la encuentra”. Reina del Plata, Bernardo Kordon

1998 El lector recorre las calles de la ciudad tratando de buscar algo que lo conmueva. Decide visitar algunas librerías. Entra y sale de una, entra y sale de otra... como si nada. No hay caso. Los exponentes de la literatura de hoy no le llaman la atención, dicen poco y nada. Agrupamientos de palabritas en forma de oración que no generan emoción alguna, vacíos... tediosamente vacíos, todo muy suave. Una, dos, tres librerías, revuelve los estantes y se topa con una edición venida a menos. El librero gesticula, tal vez quiera que se lleve el best-seller del momento, pero no, el lector elige... algo en la tapa le llama la atención, lee: Los navegantes, Bernardo Kordon. El lector pregunta: “¿cuánto sale?” El otro contesta con desprecio: “un peso”. El lector vuelve a preguntar: “Kordon, ¿tiene algo más editado? ¿sigue escribiendo?” El librero, mostrando su peor cara responde: “No, no escribe más, creo que ya murió hace tiempo”. El lector paga y se retira. Mientras viaja en el colectivo que lo lleve de regreso hojea: “El remolino”, “Andate paraguayo”, “Los ojos de Celina”.

El lector siente que está ante algo muy serio. Lo conmueve el relato, la prosa sintética, lineal. Días más tarde sigue recorriendo librerías. En una de ellas -de las más importantes que existen en la ciudad- encuentra “Un horizonte de cemento”, del mismo autor. Se acerca a la mesa de ventas y le pregunta al vendedor: “¿tiene algún otro libro de Kordon?” La respuesta fue lapidaria: “No, es el último ejemplar que queda. Es muy raro que alguien venga a buscar esto. Kordon era un sesentista, ya no se lee más, además creo que ya falleció”. El lector se va y vuelven las mismas imágenes de los días pasados, recorre el libro, una ciudad mágica, una Buenos Aires que ya no es, lo vuelve a emocionar la simpleza en la forma de narrar. Pasó el tiempo, unos cuatro años, hasta que una tarde -no cualquiera-, el lector recibe un llamado telefónico. Un amigo, a quien tiempo atrás le había confesado su admiración por el narrador del que poco sabía, le dio la noticia, que después confirmaría la fría letra de un diario de tirada nacional, anunciando el fallecimiento del escritor. Un escalofrío recorrió su cuerpo; con cierta vacilación se dejó caer en la silla.

Miró los alrededores de la biblioteca, tratando de encontrar esos libros. No se animó... y se quedó pensando: ¿Murió? ¿Pero no había muerto ya? La bronca lo desbordó, alguna lágrima suelta, se mordió el labio inferior, repasó cada mueca en la cara de los dos libreros -y la de aquellos a los que no consultó, pero le hubiesen dicho lo mismo- y gritó: “Por qué mejor no se mueren todos ellos de una buena vez”.

Kordon... más allá de todo El olvido es un mal argentino. Tal vez sea otra de las tantas formas de morir. Una marca que se lleva impresa a lo largo de este enorme cuento que es la historia. Y ese olvido a veces resulta fatal, hasta canalla. “Me voy porque Buenos Aires, para mí, ya no es más aquella tierra prometida. Me voy, la verdad, escapando a la mishiadura”. Así se despedía en uno de los últimos reportajes que dio en su vida, a fines de los años noventa. Se estaba yendo a vivir a Santiago de Chile, junto a su mujer. Así, abandonaba la ciudad que lo vio crecer, esa misma ciudad que describió casi a la perfección en varios de sus libros. Decía que se sentía extranjero en su tierra, que a la ciudad se la habían cambiado. Pero igual él la llevaba dentro suyo, donde estuviera. Había nacido en 1915 en el barrio de Almagro, pero igual se jactaba de ser medio argentino y medio brasileño, porque sus padres lo habían concebido frente a las costas cariocas. Pero él igual estaba tranquilo.

Hijo de inmigrantes rusos, su padre tenía una imprenta instalada en la avenida Callao. En su juventud solía frecuentar con su barra de amigos el cine Londres Palace, sobre la calle Coronel Díaz, cerca de Las Heras, pero también iba a los del centro. Tal vez esa influencia explique por qué fue uno de los autores que más veces llegó al cine. Aunque por momentos se quejaba y despotricaba contra la frase “una imagen vale más que mil palabras”. Entonces, la replicaba: “yo pienso que la palabra tiene más peso que la imagen porque toca más hondo. La palabra activa la imaginación; la imagen la limita”, no conforme con algunas adaptaciones cinematográficas de sus obras.

Lector voraz de los clásicos rusos, sobre todo del cuento -que fue su verdadera escuela-, sus autores predilectos eran Máximo Gorki y Anton Chejov. En sus comienzos, supo pertenecer a un grupo literario llamado Asociación de Jóvenes Escritores, allí se entremezclaba con escritores comunistas y anarquistas cercanos al grupo de Boedo. A mediados de la década del treinta comenzó a escribir en la revista Leoplán, que por ese entonces publicaba muchos cuentos. Luego llegarían los años en los que dirigiría la revista Capricornio.

Todos sus personajes eran eternos perdedores. Con sólo hacer hincapié en tres extensos relatos que publicó, alcanza para sostener todo esto. En primer lugar, “Un horizonte de cemento” (1940), relata las andanzas de Juan Tolosa, un hombre que por su cobardía no supo cargar con la muerte de un amigo, y se lanzó al vagabundeo frenético.

En el segundo, “Alias Gardelito”, publicado en 1956, el personaje, Toribio Torres, es un joven tucumano que llega a la ciudad, y cuya única ambición es ser cantante de tangos y al final es muerto a tiros por una banda de contrabandistas a los que quiso engañar por querer picar más alto, pero se sabe, que en la vida siempre hay alguien más vivo que uno. Y el tercero, “Kid Ñandubay” (1971), es otra joya que se entremezcla con lo más importante de la literatura argentina. Aquí el personaje es Jacobo Berstein, un boxeador de origen judío que recorre las provincias del noreste porque quiere ser campeón de box. Claro, Berstein o Kid Ñandubay “El rey del coraje”, termina siendo estafado por promotores de toda calaña y siendo la atracción en un circo de provincia: “Cincuenta pesos al que lo tire una vez al suelo”.

Proletario concienzudo, viajero incansable, lo que le permitió describir con firmeza a los marginales de la gran ciudad y al otro también, “al urbano”, que se tambalea en las orillas de la provincia. A Kordon solamente le interesaba el hombre común, el antihéroe. “He conocido hombres y no héroes. No me interesan como tales. Y por eso mismo no siento la necesidad de meter héroes en mis obras”, dijo alguna vez.

Cuenta el escritor Vicente Battista que Kordon pagó la edición de su primer libro La vuelta de Rocha con doscientos pesos que le había regalado su madre, y que apenas aparecido el libro, tomó un ejemplar y lo dejó olvidado en un tranvía Lacroze, al azar del lector desconocido, que Kordon imaginaba proletario y rebelde, lo cual lo inducía a pensar que ya no escribía para él sino para el otro. La mayoría de sus relatos fueron escritos en primera persona y ante la consulta él contestaba: “El principal y verdadero personaje de toda creación literaria es el mismo autor”.

Sentía una profunda admiración por Roberto Arlt. En una entrevista que le realizó el escritor Mempo Giardinelli, en la revista Puro Cuento, Kordon le confesó la siguiente anécdota: “A Arlt sólo lo vi una vez, antes de mi primer viaje a Chile. Estábamos con un escritor amigo, Raúl Larra, en el café Politeama, y de pronto apareció Arlt con un grupo de gente: Conrado Nalé Roxlo y no recuerdo quienes más, todos escritores. Se sentaron a una mesa que daba a la calle. Yo le dije a Larra: ‘mirá, te juro que me pararía a saludarlo y decirle que es el más grande de todos’. Y entonces Larra, que lo conocía bien, me dijo: ‘bueno, andá y saludalo pero no le digas que vos también escribís, sólo decile que lo admirás...’ Pero no me atreví, y cuando volví de Chile él ya había muerto. Da vértigo pensar lo que hubiera podido escribir ese hombre, que era tan joven, ¿no? Imaginate que tenía la edad de Borges”.

Kordon tiene toda una vida de cuentos. Sus interminables viajes lo llevaron hasta la China, donde fue uno de los pocos argentinos que entrevistó a Mao. De ese viaje surgieron algunos textos, entre ellos, “Seiscientos millones y uno”. Pero hay que hacer justicia. El mundo de la literatura, tan elitista como siempre, lo marginó y no le dio el reconocimiento que merecía. En su momento, los semidioses de la lapicera se burlaron de él, “los onanistas de las letras” lo ningunearon, los editores de avanzada lo borraron del “mapa narrativo” como en su momento a muchos otros como Di Benedetto, Wernicke o Constantini. Lo calificaron de cuentista para minimizarlo -a pesar de haber escrito media docena de novelas-, y él respondía “si me la pasé contando cuentos toda la vida”.

Da la impresión que por estos lugares, si el escritor no está rodeado por el círculo áulico de la obsecuencia, no puede trascender. “Ellos” hasta se mofaron de su lenguaje coloquial, de su realismo, de su crítica social, como hicieron con Soriano y tantos otros. Lamentablemente, hoy no existen obras reeditadas, y para encontrar algún libro hay que visitar alguna “librería de viejo” y que el azar lo ayude....

Por Walter Marini

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°45)