"Hablar como la hija de alguien es una exclusividad innegable... y si uno aprende a manejarse puede no resultarle fatal... Puede hablar como testigo o puede hablar como copartícipe de la situación (...)
De mí se espera que dé claves, al menos indicios. Y también se tiene la curiosidad y el morbo del acceso a la intimidad (...)
Con respecto a mi padre, me provocaba el cíclico
Así era cada vez que él se iba y que me sentía abandonada (...) Con este padre mío compartíamos el ser físicamente castaños y lacios de ojos pardos (...) Mi madre, Cárme Antinucci, se singularizaba por su temprana tuberculosis que le daba un protagonismo wetheriano; con ese aire frágil y etéreo del modelo femenino que fascinaba y a la vez distanciaba a mi padre. A mí también me parecía la mujer más hermosa del mundo (...)
Mi
Mi madre se ocupó de casarme para poder vivir tranquila. Mi padre (a la inversa) tramitó mi divorcio y me devolvió al estudio.
Ibamos al cine (...) o al Teatro del Pueblo, donde se ensayaba algo de él (...)
Una vez alguien me alcanzó un botellón para que, a mi vez, lo pasara. Lo tomé, pero por el tapón de vidrio. Mi padre alcanzó a barajarlo :
Cuando se estrenó La Fiesta del Hierro mi madre estaba internada en el hospital Tournú, donde murió. Papá, emocionado, me dijo demorando la salida:
Arlt, Mirta (2000): "La locura de la realidad en la ficción de Arlt" en Roberto Arlt: Dramaturgia y teatro independiente. Osvaldo Pelletieri (ed.). Ediciones Galerna, Buenos Aires
Foto: Roberto Arlt en un ensayo del Teatro del Pueblo
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